Las dudas que despierta este tema son tan frecuentes que la Agencia de Protección de Datos acaba de editar una guía práctica
Elia (10 años) pasó los dos primeros cursos de Primaria sin salir en las fotos del colegio. Su madre (una servidora) se negó a firmar la autorización que reclamaba el centro para poder hacérselas y posteriormente publicarlas en la web. Cada vez que había una excursión y tocaba foto de grupo, la profesora cogía a Elia de la mano y la separaba. Al final, era la niña quien huía de las instantáneas: “Esperad, esperad, que yo no puedo salir en las fotos”, decía. Era la única. Cuando la profesora pasaba por WhatsApp las fotos de las excursiones, tampoco estaba. Aunque decía que no le importaba, yo intuía que sí, que no le gustaba eso de que la separaran del grupo. Así que llegó el momento de claudicar: firmé la autorización en los cursos siguientes. Ahora sale en las fotos y hasta posa, aunque el colegio también sabe que no me gusta que se publiquen en la web. La cuestión es, ¿existen soluciones que no marginen al niño? Según explica Georgina Sáez, psicóloga de Isep Clinic, centro especializado en el asesoramiento a padres y educadores, excluir al niño del grupo puede repercutir negativamente en su estado emocional porque se siente distinto a sus iguales y, con el tiempo, puede afectar al aprendizaje. Reconoce que no es un tema fácil de resolver: “La solución para el niño sería salir en el grupo con todos y no sentirse diferente. Algunos colegios pixelan la cara para que el niño pueda ponerse en la foto, sin desvelar su identidad”.